domingo, 21 de junio de 2009

El cautiverio

SEGUNDO DÍA:

A las 04:30 del día jueves, el teniente Benalcázar comenzó como un despertador: “a levantarse, tienen 10 minutos para estar listos con todos sus materiales”, y aunque no pasó dos minutos, para él ya habían transcurrido 10, y no paró de repetir “mueva, mueva que ya estamos retrasados”.

Formados en dos grupos, el número uno partió primero. Todos con sus materiales necesarios. Botas de cacho, la indumentaria entregada por los militares, y algunos llevaron cámaras fotográficas.

Una caminata de unos 40 minutos aproximadamente hizo sufrir a los chicos. Algunos cayeron al fango y se enterraron la mitad de la pierna, y entraron en desesperación.

Troncos resbalosos fueron de gran ayuda para lograr pasar. En la primera estación el grupo dos recibió una explicación de las técnicas para cazar animales y poderse alimentar de la selva. Luego pasaron por donde el shamán y él impartió las diferentes clases de plantas que pueden ser usadas como medicamentos.


La tercera fue una de las más importantes: cómo cocinar en la selva. Y es que está técnica usaron algunos para preparar sus alimentos por la noche.

En la última estación aprendieron cómo armar un sitio para dormir en la selva, y cómo poder usar la hamaca toldo que les había sido entregada el día anterior.

Con el lodo dentro de las botas todos pidieron ir a descansar. Para lo cual caminaron 20 minutos más. Cada uno buscó dos árboles para amarrar sus hamacas. Con machete en mano abrieron paso y ubicaron sus sitios de descanso. Los minutos pasaron y la lluvia comenzó a caer.

Con la impotencia de no poder preparar sus “camas”, hombres y mujeres gritaron: “teniente, comando, señor, ayúdeme”, con voz de angustia todos quisieron salir corriendo de ese sitio e ir a sus casas, pero eso solo fue ilusión.

Ya instalados recibieron la merienda: una lata de atún, galletas de sal, y arroz crudo para cocinar. Algunos prefirieron comer las galletas con el atún y otros sí cocinaron el arroz.

La lluvia no paró, y como en la selva oscurece más rápido, a las 19:00 todos estaban dentro de sus hamacas toldos.

Una hora más tarde el teniente preguntó: ¿quién quiere ir a dormir en las cabañas?, la mayoría no lo pensó y se bajaron de las hamacas.

A los que se quedaron el teniente felicitó, pero esas palabras no sirvieron de nada.

A las 04:00 de nuevo el despertador del teniente Benalcázar: “mueva, mueva”. A esa hora no se veía absolutamente nada, con la ayuda de una linterna tuvieron que sacar los nudos difíciles de las cuerdas, aunque más de uno prefirió cortar con el machete y guardar rápido la hamaca toldo.

Al llegar a las cabañas les informaron que regresarían lo más pronto a Quito, la felicidad fue para todos.

Foto de: Julia Guerra

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