martes, 23 de junio de 2009

Región exótica


Las provincias de: Sucumbíos, Napo, Orellana, Pastaza, Morona Santiago y Zamora Chinchipe, conforman la región Amazónica del Ecuador.

Aunque el Oriente casi cubre la mitad de la superficie de Ecuador, sólo 4,8% de la población vive en esta región, que a pesar de la tala indiscriminada de árboles posee una gran selva tropical. La región de Amazónica, donde fluye más de un tercio del agua dulce de la tierra, anfitriones del mundo por poseer una diversidad biológica enorme y muchas especies únicas.


En la Amazonia, 20 especies de plantas suplen el 90 por ciento de la demanda mundial. Existen ocho mil especies de plantas medicinales, mil 500 especies de peces de agua dulce, 85 especies de peces, 47 anfibios y reptiles, 95 aves y 80 especies de mamíferos en peligro de extinción, donde vive el 70 por ciento de las 25 mil especies de plantas vasculares que existen en el planeta.

Desde las diferentes provincias y destinos se pueden descubrir los secretos de la jungla, existen reservas ecológicas con sus especies multicolores y etnias.

Organizaciones científicas y familias indígenas ofrecen programas de ecoturismo en dichas zonas y en sus lugares de hábitat. Para quienes buscan aventura hasta llegar al éxtasis, están los deportes extremos, más populares de la región, como el Rafting y el kayak, todo en un paraíso de aguas dulces puras e indomables.

La región esta cruzada por innumerables y caudalosos ríos que bajan de la montaña andina, y forman los afluentes, que en la zona ecuatoriana son afluentes que van a formar el gran Amazonas, son la principal vía de circulación de los nativos, ya que por la propias condiciones naturales de la zonas, las carreteras son escasas y en su mayoría afirmadas y siempre presentan problema de interrupción, la troncal amazónica E45, que recorre el Oriente de norte a sur, conecta las capitales provinciales, pero esta es una pequeña red, comparada con la extensión territorial.

Otra alternativa de viajar en la región es por aire, en avionetas, existen servicio logísticos de las compañías petroleras que exploran y explotan el petróleo, que hacen viajes frecuentes, y otros servicios de las misiones y del ejercito ecuatoriano que ayudan a los colonos y llevan alimentos y medicinas a los lugares más alejados.

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domingo, 21 de junio de 2009

Buenas noticias

TERCER DÍA

Todos estuvieron desesperados por llegar a la base, tomar sus pertenencias y marcharse. Pero debieron esperar más de lo que pensaron. Quienes habían dejado la selva para ir a dormir en las cabañas dejaron las hamacas toldos, pero al amanecer tuvieron que ir a retirarlas.

Entre amigos conversaron cómo habían pasado esa noche, y para la mayoría fue una verdadera pesadilla. Como Ana Cristina Vallejo, estudiante de periodismo, quien comentó que nunca más quisiera volver a pasar por ese sitio y lo único que deseaba era poder ir a su casa a dormir.

La lluvia en eses instante quizá ya no importó, todos caminaron a la voz del mando. Unos más rápidos que otros. Esta vez la caminata fue por un sitio donde no hubo nada de lodo, al contrario, un camino bien trazado.
Al llegar al destacamento se cambiaron de ropa, pero esperaron como 5 horas para poder subir en los buses que los llevó de vuelta hacia Quito.

En el primer bus se subieron aproximadamente 15 estudiantes. Sintieron que estaban siendo liberados de un secuestro, y cuando el chofer prendió el carro, los jóvenes cantaron la canción de un cantante de vallenatos colombiano, Jorge Celedón: “hay que bonita es esta vida, y aunque a veces duela tanto, y a pesar de los pesares, siempre hay alguien quien nos quiere, siempre hay alguien quien nos cuida”.
La última imagen en su mente será la del teniente Benalcázar y su sonrisa.

Foto de: Julia Guerra


El cautiverio

SEGUNDO DÍA:

A las 04:30 del día jueves, el teniente Benalcázar comenzó como un despertador: “a levantarse, tienen 10 minutos para estar listos con todos sus materiales”, y aunque no pasó dos minutos, para él ya habían transcurrido 10, y no paró de repetir “mueva, mueva que ya estamos retrasados”.

Formados en dos grupos, el número uno partió primero. Todos con sus materiales necesarios. Botas de cacho, la indumentaria entregada por los militares, y algunos llevaron cámaras fotográficas.

Una caminata de unos 40 minutos aproximadamente hizo sufrir a los chicos. Algunos cayeron al fango y se enterraron la mitad de la pierna, y entraron en desesperación.

Troncos resbalosos fueron de gran ayuda para lograr pasar. En la primera estación el grupo dos recibió una explicación de las técnicas para cazar animales y poderse alimentar de la selva. Luego pasaron por donde el shamán y él impartió las diferentes clases de plantas que pueden ser usadas como medicamentos.


La tercera fue una de las más importantes: cómo cocinar en la selva. Y es que está técnica usaron algunos para preparar sus alimentos por la noche.

En la última estación aprendieron cómo armar un sitio para dormir en la selva, y cómo poder usar la hamaca toldo que les había sido entregada el día anterior.

Con el lodo dentro de las botas todos pidieron ir a descansar. Para lo cual caminaron 20 minutos más. Cada uno buscó dos árboles para amarrar sus hamacas. Con machete en mano abrieron paso y ubicaron sus sitios de descanso. Los minutos pasaron y la lluvia comenzó a caer.

Con la impotencia de no poder preparar sus “camas”, hombres y mujeres gritaron: “teniente, comando, señor, ayúdeme”, con voz de angustia todos quisieron salir corriendo de ese sitio e ir a sus casas, pero eso solo fue ilusión.

Ya instalados recibieron la merienda: una lata de atún, galletas de sal, y arroz crudo para cocinar. Algunos prefirieron comer las galletas con el atún y otros sí cocinaron el arroz.

La lluvia no paró, y como en la selva oscurece más rápido, a las 19:00 todos estaban dentro de sus hamacas toldos.

Una hora más tarde el teniente preguntó: ¿quién quiere ir a dormir en las cabañas?, la mayoría no lo pensó y se bajaron de las hamacas.

A los que se quedaron el teniente felicitó, pero esas palabras no sirvieron de nada.

A las 04:00 de nuevo el despertador del teniente Benalcázar: “mueva, mueva”. A esa hora no se veía absolutamente nada, con la ayuda de una linterna tuvieron que sacar los nudos difíciles de las cuerdas, aunque más de uno prefirió cortar con el machete y guardar rápido la hamaca toldo.

Al llegar a las cabañas les informaron que regresarían lo más pronto a Quito, la felicidad fue para todos.

Foto de: Julia Guerra